Dos de dos con Sidney Lumet. Ya comenté tiempo atrás que 12 Hombres sin Piedad me parece, hasta la fecha, la mejor película que he visto de cine clásico. Y la siguiente película suya que veo es la última que ha realizado, y que aunque no llega al nivel de aquella obra maestra, sí se muestra como una cinta muy sobria y correcta.
La historia comienza cuando dos hermanos, necesitados de dinero, deciden atracar la joyería de sus padres, en lo que intentaba ser un atraco sin violencia. Sin embargo, se le va de las manos, desatando toda una serie de complicaciones imprevistas.
Técnicamente, la película es una gozada por el buen manejo que demustra el director en las escenas, sabiendo colocar la cámara en el punto adecuado. En lo que respecta a interpretaciones, Philip Seymor Hoffman y Albert Finney están tremendos; Ethan Hawke y Marisa Tomei también acompañan francamente bien.
Y lo mejor, la historia. Cómo se va construyendo desde el principio, con la escena del atraco, y cómo se va recomponiendo la historia poco a poco, con todo lo que ello implica para sus personajes. Toda una reconstrucción que funciona como un reloj, que mantiene la intriga y el suspense de forma sensacional, y que recompensa al espectador con un final magnífico. La historia en sí quizá ya se haya visto decenas de veces, pero la elegancia con la que la cuenta Lumet es sensacional.
Cruel, con un poco de cine negro y venganza, y absolutamente disfrutable en toda su extensión. Me recordó un poco al cine de los hermanos Cohen, o incluso Woody Allen, en esas cintas de enredos en los que la situación se va desmadrando cada vez más, hasta que llega a ser incontrolable.
Pocas cosas negativas le pondría: quizá ese efecto cuando pasa a distintos instantes temporales, que no me gustó mucho, pero poco más, un detalle sin importancia. Puedo decir que, sin ser una obra de arte, es una de las mejores películas (junto con Up) que he visto últimamente, seria, correcta y de calidad.
La historia comienza cuando dos hermanos, necesitados de dinero, deciden atracar la joyería de sus padres, en lo que intentaba ser un atraco sin violencia. Sin embargo, se le va de las manos, desatando toda una serie de complicaciones imprevistas.
Técnicamente, la película es una gozada por el buen manejo que demustra el director en las escenas, sabiendo colocar la cámara en el punto adecuado. En lo que respecta a interpretaciones, Philip Seymor Hoffman y Albert Finney están tremendos; Ethan Hawke y Marisa Tomei también acompañan francamente bien.
Y lo mejor, la historia. Cómo se va construyendo desde el principio, con la escena del atraco, y cómo se va recomponiendo la historia poco a poco, con todo lo que ello implica para sus personajes. Toda una reconstrucción que funciona como un reloj, que mantiene la intriga y el suspense de forma sensacional, y que recompensa al espectador con un final magnífico. La historia en sí quizá ya se haya visto decenas de veces, pero la elegancia con la que la cuenta Lumet es sensacional.
Cruel, con un poco de cine negro y venganza, y absolutamente disfrutable en toda su extensión. Me recordó un poco al cine de los hermanos Cohen, o incluso Woody Allen, en esas cintas de enredos en los que la situación se va desmadrando cada vez más, hasta que llega a ser incontrolable.
Pocas cosas negativas le pondría: quizá ese efecto cuando pasa a distintos instantes temporales, que no me gustó mucho, pero poco más, un detalle sin importancia. Puedo decir que, sin ser una obra de arte, es una de las mejores películas (junto con Up) que he visto últimamente, seria, correcta y de calidad.
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